porque ellas se cuajan de tanta miseria pero,
sobre todo,
por los hijos que las ven,
aunque ellas,
pobres venas rotas,
no tengan corazón para darse cuenta.
Cocina y lava
mientras tiende
sus sueños.
Barre y friega
mientras limpia
sus recuerdos.
A veces,
se sienta
en el escalón
de su tristeza.
Y grita.
Fuerte y sangrando
locura,
sin entender
por qué él
se fue con otra.
Yo la observo,
escondida
entre las sábanas
de la mañana y
de la angustia,
antes de que venga
con un: ¡levántate,
hija mía,
que
seguimos
estando
solas!
a despertarme.
yolandarodeadadeniños